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Dagoberto Reyes
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Luces
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La Leyenda Del Anillo
Extraída de las 1000 y una noches.
“Hubo una vez un rey que
dijo a los sabios de la corte: - Me estoy
fabricando un precioso
anillo. He conseguido uno
de los mejores
diamantes posibles. Quiero
guardar oculto dentro
del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos
de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis
herederos, para siempre.
Tiene que ser un
mensaje pequeño, de
manera que quepa
debajo del diamante del anillo.
Todos quienes
escucharon eran sabios, grandes eruditos;
podrían haber escrito
grandes tratados, pero darle
un mensaje de no más
de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de
desesperación total...
Pensaron, buscaron
en sus libros,
pero no podían
encontrar nada. El rey
tenía un anciano sirviente que también había sido
sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de
él, por tanto, lo
trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que
también lo consultó. Y éste le dijo:
-No soy un sabio, ni un
erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida
en palacio, me he
encontrado con todo
tipo de gente,
y en una
ocasión me encontré con un
místico. Era invitado
de tu padre
y yo estuve
a su servicio.
Cuando se iba,
como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el
anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio
al rey-. Pero no
lo leas –le dijo- mantenlo
escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando
todo lo demás haya fracasado,
cuando no encuentres salida a la situación-
Ese momento no tardó en
llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su
caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los
perseguidores eran numerosos. Llegó a
un lugar donde
el camino se
acababa, no había
salida: enfrente había
un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía
volver porque el enemigo le cerraba el
camino. Ya podía
escuchar el trotar
de los caballos. No
podía seguir hacia
delante y no había
ningún otro camino...
De repente, se acordó
del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje
tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARA”.
Mientras leía
“esto también pasará”
sintió que se
cernía sobre él
un gran silencio.
Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o
debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de
escuchar el trote de los caballos.
El rey
se sentía profundamente
agradecido al sirviente
y al místico desconocido.
Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló
el papel, volvió
a ponerlo en
el anillo, reunió
a sus ejércitos y reconquistó el
reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran
celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. El
anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: -Este momento también es
adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
-¿Qué quieres decir? –
preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy
desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
-Escucha –dijo el
anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas;
también es para
situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también
es para cuando te sientes victorioso. No
es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero. El
rey abrió el
anillo y
leyó el mensaje: “Esto
también pasará”, y
nuevamente sintió la misma paz, el
mismo silencio, en
medio de la muchedumbre que celebraba
y bailaba, pero el orgullo, el
ego, había desaparecido. El
rey pudo terminar
de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el
anciano le dijo:
-Recuerda que
todo pasa. Ninguna
cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día
y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza.
Acéptalos como parte de
la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas. “
Lo
más importante es no identificarse con las circunstancias de la
existencia; la vida es como una
película, y es de hecho una película que
tiene un principio y tiene un
fin. Distintas escenas van pasando por
la pantalla de la mente; el error
más grave de nosotros consiste en
identificamos con esas escenas. ¿Por qué? Porque esto también pasará.
M:.
M:. Oscar Leonel Román López Durango, Dgo., a 26 de Febrero de 2010.
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