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LA INDIFERENCIA
MORAL
Indiferencia es una
palabra que no debería ser seguida por el término moral. A pesar de que la
razón es obvia, la realidad es otra: la moral no debería ser indiferente.
Indiferencia moral es una mezcla peligrosa que delata el inmenso peso del mal y
que retrata lo que sucede actualmente en muchas partes del mundo y que permite,
además, que las cosas malas que han pasado sigan repitiéndose. La vieja frase
de Edmund Burke: "para que triunfe el mal, sólo es necesario que los
buenos no hagan nada", ejemplifica bien la nociva trascendencia de la
indiferencia moral.
La televisión, los cada
vez más novedosos aparatos telefónicos, la tendencia a desechar todo, el
imperio del ruido, el consumismo y un largo etcétera, son algunos de los
factores que minimizan al ser humano e incrementan la ceguera y el olvido. Es
obvio, y así ha sido diseñado por los dueños del mercado, que existe una
relación inversamente proporcional entre economía e indiferencia. Entre mayor
sea el ruido y la aniquilación de la persona, menor la moral.
La indiferencia moral es
una enfermedad que nos acompaña desde hace muchas décadas. Las guerras lejanas,
los niños en situación de la calle o las niñas que paren niños son ejemplos
constantes y latentes de ese desprendimiento, de ese "no querer ver las
cosas". Si a ese fenómeno se agrega el poco valor que se le otorga en
muchas sociedades contemporáneas a la persona, el resultado es catastrófico. La
propagación de los genocidios y la falta de castigo a muchos verdugos modernos
son ejemplo de esa nefanda combinación.
Lograr que el ser humano
se convierta en objeto invisible es una de las metas de la indiferencia moral y
una de las constantes de las sociedades de consumo. Esa indiferencia se percibe
cuando lo inimaginable se torna cotidiano, o cuando lo cotidiano deja de
sorprender, o cuando la justicia se desdibuja sin cesar, o bien cuando el dolor
ajeno pasa casi desapercibido.
Aniquilar a la persona
resquebrajando su voz y minimizando su opinión, haciéndola invisible, son los
pasos necesarios para conseguir que la indiferencia moral triunfe. Pensadores
contemporáneos han señalado que entre más burocrática y moderna sea una
sociedad, mayor la posibilidad para impedir el juicio y la razón, fenómeno que
deviene sujetos invisibles y que incrementa la posibilidad de que lo anormal
-guerras, violencia, asesinatos en masa- se transforme en normal. Esa es una de
las características de la indiferencia moral: lograr que el sujeto no aborrezca
lo que otros humanos hacen a pesar de que sean actos inhumanos y conseguir que
el individuo se integre a la masa que poco se inmuta y poco protesta.
No cabe duda que la mayor
parte de las catástrofes humanas del siglo pasado triunfaron porque la
indiferencia genera silencio e irresponsabilidad. El problema es contrarrestar
el poder que la produce. Problema inmenso, pues sus rostros son fuertes y
capaces de penetrar y modificar muchas conductas de la sociedad. El poder y sus
brazos se han encargado de pisotear e incluso borrar la dignidad del ser
humano.
Se puede
decir que este es solo un tipo de indiferencia que se ha presentado de manera
general, corresponde a cada uno de nosotros analizar de que manera nos ha afectado
la indiferencia para nuestro desarrollo personal y para nuestra manera de
actuar y pensar.
Para
terminar me gustaría señalar una frase muy adecuada con el tema que se ha
expuesto.-
“Compadecemos
al ciego que nunca ha visto la luz del día, al sordo que nunca ha oído los
acordes de la naturaleza, al mudo que nunca ha podido expresar la voz de su
alma, y, so pretexto de un falso pudor, no queremos compadecer esa ceguera del
corazón, esa sordera del alma, esa mudez de la conciencia, que enloquecen a la desgraciada
afligida y sin querer la hacen incapaz de ver el bien, de oír al Señor y de
hablar la lengua pura del amor y de la fe”.
Oscar Leonel Román López Or:. de Durango, Dgo., a 06 de Junio de 2008 E:. V:.
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