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M:. Oscar Leonel Roman Lopez
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SIETE
MAESTROS MASONES
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El paso de un hermano masón
por los distintos cargos de una Logia durante los sucesivos cursos masónicos,
le permite observar desde perspectivas distintas un mismo centro, conocerse
con los ropajes que le otorgan las respectivas funciones, acceder mediante
distintos soportes a espacios más internos; lo cual no debe verse como nuevas
facetas que se añaden o superponen, sino al contrario, como claves para una
visión cada vez más despojada, real y sintética de la Orden y de sí mismo.
En verdad esta experiencia
es comparable a lo que en la tradición hindú es el estudio de los darshana,
que contemplan una única doctrina desde diferentes ángulos y que al mismo
tiempo la reflejan desplegándola. A este respecto nos dice René Guénon:
En la unidad esencial de
una misma doctrina tradicional, coexisten una multiplicidad de puntos de
vista que no afectan en nada esta unidad. Por lo demás, en todas las cosas
cada uno aporta evidentemente en su comprensión una especie de perspectiva
que le es propia, y, por consecuencia, se podría decir que hay tantas maneras
de comprender más o menos diferentes, como hay individuos, pero esto no es
verdad sino en el punto de partida, porque, desde el momento en que se eleva
uno por encima del dominio individual, todas estas diferencias, que no
provocan ninguna incompatibilidad, desaparecen necesariamente. (Introducción
General al Estudio de las Doctrinas Hindúes, cap. VIII).
De igual modo, en el
Templo, cada hermano desde su periferia particular contempla el mismo centro,
la meta perseguida es la misma: la obtención del Conocimiento, la cual además
es la que alumbra cada punto de la circunferencia y le da su razón de ser. Y
si hay tantos modos de comprensión, de encarnación de la Verdad última, como
individuos, es que cada cual aporta en dicho acto de identificación su
realidad irrepetible. Observado desde la manifestación, cada cual materializa
el Principio con un perfil particular, característico, y el camino
descendente trazado hasta este punto es el mismo que en sentido inverso deberá
seguir de regreso al origen, mediante la memoria. Y en la medida que este
recuerdo se hace efectivo, lo individual sin desaparecer deja de tener este
relieve que el mundo le otorga, y cobra primacía lo que nos es común por lo
más alto, es decir lo universal que nos confiere la verdadera originalidad,
nos hace verdaderos masones, es decir hombres y mujeres libres,
efectivizándose una fusión neta y no confusa. La espiritualización de la
materia simultánea a la materialización del espíritu, expresión hermética que
sintetiza la consumación de la Gran Obra, es una realidad cierta y
reconocible desde el interior, por aquel que la experimenta, y aunque no sea
demostrable, certificable desde el exterior, si que es conocida por cada
hermano, como un secreto que se vivifica desde el ángulo que le otorga su
cargo.
Ahora bien el símbolo de la
rueda que con tanta nitidez sintetiza este proceso, que el lenguaje expresa
con dificultad, no consta de indefinidos radios sino que éstos se agrupan en
un número significativo. Así los darshana, es decir puntos de vista de
la doctrina hindú, se concretan en un número determinado, como también las
tradiciones, concreciones espacio-temporales de la Tradición Primordial, y
del mismo modo todas las expresiones de la unidad, que adopta un número
distinto de radios para plasmarse según los niveles y aspectos bajo los que
se contemple. En el caso que nos ocupa, los oficiales de la Logia, al igual
que las sefiroth del Arbol de la Vida Cabalístico toman el número diez
para expresarse, la totalidad comprendida dentro de la unidad.
En el marco de la Logia
cada oficial tiene una función específica que le distingue de los demás y que
contribuye a mantener la armonía de la misma, la cual se vertebra
ordenadamente, ya que como la numeración misma, los oficiales siguen una
relación jerárquica, desde el número uno correspondiente al Ven.·. Maestro,
hasta el número diez, el Hermano Guardatemplo. Jerarquía que se manifiesta en
la Logia como en el cosmos entero, del cual ésta es un símbolo exacto, y que
se expresa en todas sus interrelaciones y su organización. De aquí que pueda
afirmarse que se trata de una Logia justa y perfecta. Entre el uno y el diez:
tres la dirigen, cinco la iluminan y siete la hacen justa y perfecta.
Jerarquía que viene
expresada en el Templo a través de sus medidas y proporciones, de la
distribución de los elementos simbólicos, también de la ordenación y
secuencia de sus distintos rituales (de apertura y clausura de los trabajos,
de iniciación y aumento de grado) y muy especialmente en las funciones de los
oficiales, y lo que sus respectivos cargos simbolizan. Y aquí se ofrece a
nuestra meditación la analogía existente entre estos dos pantáculos
("pequeño todo"); por un lado las diez sefiroth del Arbol de
la Vida con la especial energía que cada una de ellas simboliza, y del otro
los diez oficiales de la Logia. En varios tratados y manuales masónicos se
proponen diferentes relaciones que hacen corresponder una sefirah a
cada oficial; son aproximaciones todas ellas válidas, sin olvidar que dichas
correspondencias no pueden ser nunca unívocas ni excluyentes. Bien al
contrario, la meditación en todas ellas así como en otras que podamos
vislumbrar, se complementan y enriquecen, produciendo lo que podemos
denominar "chispas de conocimiento". Se abren vías distintas a las
habituales, vías en apariencia extrañas por indefinibles, pero cercanas,
familiares y que por no ser duales sino unitivas, resultan mucho más
efectivas y certeras.
Cada hermano, ocupe un
cargo de oficial o no, desde su sitial ejercita la labor para la cual ha
estado llamando a los trabajos: que a través de las palabras y los signos
recuerde su origen. Todo en la Logia está sabiamente dispuesto para que
perseverando recupere la unidad, y a través de ella lo que es anterior a la
palabra y aún a cualquier destello, el silencio.
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Durango, Dgo., a 8 de Mayo de 2015 E.´. V.´.
M.´. M.´. OSCAR LEONEL ROMAN LOPEZ
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