No se puede definir, expresar, comentar o discutir; se aplica en el sentido filosófico, como la sublimación, por ejemplo, el amor de Dios es inefable, es decir, ni siquiera se puede describir.
En la masonería filosófica, la primera parte ritualista está formada por diez grados que se denominan "inefables".
El origen de la palabra es latín: in, negar y fabulare, hablar.
Los momentos de iniciación son inefables, es decir, gloriosos, espirituales y secretos.
El masón, en sus reuniones en el templo, vive estos momentos inefables, de sublimación y esoterismo.
La vida puede presentar esos momentos que están restringidos a eventos sublimes; viviendo juntos en un hogar bien formado; monitorear el progreso de los niños; el fortalecimiento de las amistades en busca de un momento de amor fraternal; meditación en todo momento, en resumen, la liturgia masónica proporciona esta inefabilidad.
El masón debe encontrar esos momentos cuando glorifica al Señor, cuando agradece por la vida y cuando aspira al Oriente Eterno.
Estos momentos son agradables, ligeros y conducen a la paz interior.
El masón, huyendo de la agonía del mundo profano, tan acentuado en nuestros días, puede retirarse a sí mismo y encontrar este inefable mental-espiritual.
En la masonería filosófica, la primera parte ritualista está formada por diez grados que se denominan "inefables".
El origen de la palabra es latín: in, negar y fabulare, hablar.
Los momentos de iniciación son inefables, es decir, gloriosos, espirituales y secretos.
El masón, en sus reuniones en el templo, vive estos momentos inefables, de sublimación y esoterismo.
La vida puede presentar esos momentos que están restringidos a eventos sublimes; viviendo juntos en un hogar bien formado; monitorear el progreso de los niños; el fortalecimiento de las amistades en busca de un momento de amor fraternal; meditación en todo momento, en resumen, la liturgia masónica proporciona esta inefabilidad.
El masón debe encontrar esos momentos cuando glorifica al Señor, cuando agradece por la vida y cuando aspira al Oriente Eterno.
Estos momentos son agradables, ligeros y conducen a la paz interior.
El masón, huyendo de la agonía del mundo profano, tan acentuado en nuestros días, puede retirarse a sí mismo y encontrar este inefable mental-espiritual.
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