ACERCA DE LA AMISTAD
La “Liturgia del Grado de Aprendiz de Masón”, contiene el apartado los “Deberes” –qué es leído después de la “Clausura de los trabajos”. Este capítulo inicia con el siguiente párrafo: “HH míos, ahora vais a dejar este recinto consagrado a la amistad y a la virtud y a mezclaros con el mundo profano”.
En este Trazado de Arquitectura trataremos algunos aspectos de la Amistad como una necesidad inaplazable a la vida.
La Amistad es considerada, en general, como la comunidad de dos o más personas ligadas entre sí por aptitudes concordantes y por afectos positivos. Los antiguos tuvieron de la Amistad un concepto mucho más amplio que el que actualmente se admite y adopta por lo común, como se observa por el análisis que de ella diera Aristóteles en los libros VIII y IX de la “Ética a Nicómaco”. La Amistad, es, para Aristóteles, una virtud o algo estrechamente enlazado con la virtud. De cualquier manera, es lo más necesario a la vida, ya que los bienes que ésta ofrece, tales como la riqueza, el poder, etc., no se pueden ni conservar ni utilizar bien sin los amigos.
La Amistad constituye uno de los vínculos más poderosos del ser humano; tener amigos o carecer de ellos puede ser la diferencia entre la dicha y la desgracia. Poetas, literatos y filósofos de todos los tiempos se han ocupado de este fenómeno emocional humano que ha sido fuente de dicha. No hablaremos de la traición del amigo, pues nos saldríamos del tema; de hecho, el amigo nunca traiciona, pues cuando lo hace es que ya había dejado de serlo.
Dice Marco Tulio Cicerón, que “si suprimiéramos la amistad de la vida, sería lo mismo que quitar del mundo el sol, porque ningún don tan estimable y deleitoso recibimos de los dioses inmortales”. Y el mismo Cicerón nos dice: “la vida no es nada sin la amistad”.
El problema consiste muchas veces en la actitud equivocada que ya había señalado el filósofo francés Diderot: “Todos quieren tener amigos y nadie quiere serlo”.
Por su parte, Séneca, en su epístola 9 dirigida a su amigo Lucilo, le escribe sobre la importancia de la Amistad, partiendo de un pensamiento de Hecatón, filósofo del tiempo de Tiberio, sentencia muy sabia que dice así: “Yo te descubriré un método de provocar el amor sin filtro mágico, sin hierbas, sin ensalmos de hechicería alguna: si quieres ser amado, ama”. Partiendo de esta idea, Séneca le escribe a su amigo Lucilo, lo siguiente:
“En efecto, no sólo causa gran placer el cultivo de una amistad vieja y sólida, sino también el inicio y consecución de una nueva. La diferencia que existe entre el agricultor que cosecha y el que siembra es la misma que existe entre quien se procuró un amigo y quien se lo está procurando. El filósofo Atalo solía decir que era más grato granjearse una amistad que retenerla, ‘al igual que es más grato al artista estar pintando que haber pintado’. El afán del que está empeñado en su trabajo le procura un gran deleite en medio de su actividad: no se deleita por igual quién aparta la mano una vez consumada la obra. En ese momento goza del fruto de su arte, cuando pintaba gozaba del propio arte”.
Además, Séneca le aconseja a Lucilo que se aparte de quien busca su amistad por algún interés y contra las amistades que la gente llama oportunistas, diciendo: “Quien ha sido escogido por razones de utilidad agradará no más tiempo del que fuere útil. Por este motivo, a los de próspera fortuna les acosa una multitud de amigos, a los arruinados les acompaña la soledad, por este motivo se producen todos estos funestos ejemplos de unos que abandonan por miedo, de otros que por miedo traicionan. Es necesario que principio y fin concuerden entre sí: quien comienza a ser amigo por interés, también por interés dejará de serlo; le satisfará una recompensa cualquiera contraria a la amistad, si es que existe alguna en la amistad que satisfaga más que ella”.
Recordemos las grandes etapas de nuestra vida en que hemos sido más felices. En la gran mayoría de ellas aparecerán aquellas en que disfrutamos enormemente la amistad de amigos que ya no los tenemos (por fallecimientos, descuidos, etc., pero al final, pérdida de amigos). Volvamos a esa fuente de felicidad y fortaleza más sólida que el dinero y los éxitos pasajeros: la amistad de amigos muy queridos. Meditemos siempre lo que Aristóteles escribió en su “Ética a Nicómaco: “La amistad es una de las necesidades más apremiantes de la vida; nadie aceptaría ésta sin amigos, aún cuando poseyera todos los demás bienes”.
Las relaciones de sangre (padres, hermanos, tíos, primos, etc.) se nos imponen por un acto de la naturaleza, mientras que los lazos de la amistad no. A los amigos no los impone la sangre, sino la libertad y la simpatía mutua. Casi siempre los lazos de nuestros más grandes amigos son los más fuertes y perdurables, y muchas veces más que entre nuestros familiares. La Amistad no está condicionada por formalismos de ninguna clase o costumbre familiar. La Amistad es un inmenso don, uno de los regalos más grandes que la vida nos da. A las grandes amistades no las rompe el deterioro del cuerpo, ni la fealdad causada por un accidente o una enfermedad. Pues la Amistad es el afecto entre personas, puro y desinteresado, que nace de la mutua estimación y simpatía.
El romano Cayo Salustio dijo: “En la conformidad de las voluntades existe la verdadera amistad”. Y el historiador romano Tito Livio escribió: “Las amistades deben ser inmortales y los odios pasajeros”.
Mientras que la frase “el amigo verdadero se prueba en la desgracia”, escrita por Marco Tulio Cicerón, nos recuerda una expresión popular que todos conocemos y que dice que a los amigos se les conoce cuando estamos en la cárcel o cuando estamos en el hospital.
Para finalizar, quiero leer una de las reflexiones escritas por el filósofo Nietzsche, acerca de la Amistad: “Amigos, nos alegramos los unos a los otros, como de plantas frescas de la naturaleza, y nos tenemos consideraciones mutuas: así vamos creciendo como árboles, unos al lado de los otros, y justo por ello rectos y derechos, pues nos ayudamos recíprocamente a subir”.
Isaac Mejía H.
La “Liturgia del Grado de Aprendiz de Masón”, contiene el apartado los “Deberes” –qué es leído después de la “Clausura de los trabajos”. Este capítulo inicia con el siguiente párrafo: “HH míos, ahora vais a dejar este recinto consagrado a la amistad y a la virtud y a mezclaros con el mundo profano”.
En este Trazado de Arquitectura trataremos algunos aspectos de la Amistad como una necesidad inaplazable a la vida.
La Amistad es considerada, en general, como la comunidad de dos o más personas ligadas entre sí por aptitudes concordantes y por afectos positivos. Los antiguos tuvieron de la Amistad un concepto mucho más amplio que el que actualmente se admite y adopta por lo común, como se observa por el análisis que de ella diera Aristóteles en los libros VIII y IX de la “Ética a Nicómaco”. La Amistad, es, para Aristóteles, una virtud o algo estrechamente enlazado con la virtud. De cualquier manera, es lo más necesario a la vida, ya que los bienes que ésta ofrece, tales como la riqueza, el poder, etc., no se pueden ni conservar ni utilizar bien sin los amigos.
La Amistad constituye uno de los vínculos más poderosos del ser humano; tener amigos o carecer de ellos puede ser la diferencia entre la dicha y la desgracia. Poetas, literatos y filósofos de todos los tiempos se han ocupado de este fenómeno emocional humano que ha sido fuente de dicha. No hablaremos de la traición del amigo, pues nos saldríamos del tema; de hecho, el amigo nunca traiciona, pues cuando lo hace es que ya había dejado de serlo.
Dice Marco Tulio Cicerón, que “si suprimiéramos la amistad de la vida, sería lo mismo que quitar del mundo el sol, porque ningún don tan estimable y deleitoso recibimos de los dioses inmortales”. Y el mismo Cicerón nos dice: “la vida no es nada sin la amistad”.
El problema consiste muchas veces en la actitud equivocada que ya había señalado el filósofo francés Diderot: “Todos quieren tener amigos y nadie quiere serlo”.
Por su parte, Séneca, en su epístola 9 dirigida a su amigo Lucilo, le escribe sobre la importancia de la Amistad, partiendo de un pensamiento de Hecatón, filósofo del tiempo de Tiberio, sentencia muy sabia que dice así: “Yo te descubriré un método de provocar el amor sin filtro mágico, sin hierbas, sin ensalmos de hechicería alguna: si quieres ser amado, ama”. Partiendo de esta idea, Séneca le escribe a su amigo Lucilo, lo siguiente:
“En efecto, no sólo causa gran placer el cultivo de una amistad vieja y sólida, sino también el inicio y consecución de una nueva. La diferencia que existe entre el agricultor que cosecha y el que siembra es la misma que existe entre quien se procuró un amigo y quien se lo está procurando. El filósofo Atalo solía decir que era más grato granjearse una amistad que retenerla, ‘al igual que es más grato al artista estar pintando que haber pintado’. El afán del que está empeñado en su trabajo le procura un gran deleite en medio de su actividad: no se deleita por igual quién aparta la mano una vez consumada la obra. En ese momento goza del fruto de su arte, cuando pintaba gozaba del propio arte”.
Además, Séneca le aconseja a Lucilo que se aparte de quien busca su amistad por algún interés y contra las amistades que la gente llama oportunistas, diciendo: “Quien ha sido escogido por razones de utilidad agradará no más tiempo del que fuere útil. Por este motivo, a los de próspera fortuna les acosa una multitud de amigos, a los arruinados les acompaña la soledad, por este motivo se producen todos estos funestos ejemplos de unos que abandonan por miedo, de otros que por miedo traicionan. Es necesario que principio y fin concuerden entre sí: quien comienza a ser amigo por interés, también por interés dejará de serlo; le satisfará una recompensa cualquiera contraria a la amistad, si es que existe alguna en la amistad que satisfaga más que ella”.
Recordemos las grandes etapas de nuestra vida en que hemos sido más felices. En la gran mayoría de ellas aparecerán aquellas en que disfrutamos enormemente la amistad de amigos que ya no los tenemos (por fallecimientos, descuidos, etc., pero al final, pérdida de amigos). Volvamos a esa fuente de felicidad y fortaleza más sólida que el dinero y los éxitos pasajeros: la amistad de amigos muy queridos. Meditemos siempre lo que Aristóteles escribió en su “Ética a Nicómaco: “La amistad es una de las necesidades más apremiantes de la vida; nadie aceptaría ésta sin amigos, aún cuando poseyera todos los demás bienes”.
Las relaciones de sangre (padres, hermanos, tíos, primos, etc.) se nos imponen por un acto de la naturaleza, mientras que los lazos de la amistad no. A los amigos no los impone la sangre, sino la libertad y la simpatía mutua. Casi siempre los lazos de nuestros más grandes amigos son los más fuertes y perdurables, y muchas veces más que entre nuestros familiares. La Amistad no está condicionada por formalismos de ninguna clase o costumbre familiar. La Amistad es un inmenso don, uno de los regalos más grandes que la vida nos da. A las grandes amistades no las rompe el deterioro del cuerpo, ni la fealdad causada por un accidente o una enfermedad. Pues la Amistad es el afecto entre personas, puro y desinteresado, que nace de la mutua estimación y simpatía.
El romano Cayo Salustio dijo: “En la conformidad de las voluntades existe la verdadera amistad”. Y el historiador romano Tito Livio escribió: “Las amistades deben ser inmortales y los odios pasajeros”.
Mientras que la frase “el amigo verdadero se prueba en la desgracia”, escrita por Marco Tulio Cicerón, nos recuerda una expresión popular que todos conocemos y que dice que a los amigos se les conoce cuando estamos en la cárcel o cuando estamos en el hospital.
Para finalizar, quiero leer una de las reflexiones escritas por el filósofo Nietzsche, acerca de la Amistad: “Amigos, nos alegramos los unos a los otros, como de plantas frescas de la naturaleza, y nos tenemos consideraciones mutuas: así vamos creciendo como árboles, unos al lado de los otros, y justo por ello rectos y derechos, pues nos ayudamos recíprocamente a subir”.
Isaac Mejía H.
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