TRAZADO DE ARQUITECTURA “A CUBIERTO”
05 OCTUBRE 2018 E.´.V.´.
Una frase que todo masón conoce es la que reza, “verificad
si estamos a cubierto de toda indiscreción profana” ¿Qué implica estar a
cubierto? ¿Por qué esta solicitud curiosa al comenzar los trabajos? Muchos
responden estas interrogantes de la manera más trivial y evidente, diciendo que
la necesidad de resguardar el secreto masónico, para evitar las indiscreciones
de aquellos que no siendo iniciados, pudieran presenciar las acciones de los que
estaban en logia; sin embargo, si revisamos un poco más en profundidad, esta
cuestión de la cobertura en logia, vemos otras aristas, que sin restar
importancia a la expuesta hasta este punto, nos ayudan a comprender un poco
más, la variedad de profanos indiscretos que pudieran entrar en los trabajos,
de no estar el G.´.T.´. haciendo su trabajo, que estamos haciendo aquí, “a
someter mis pasiones y mis vicios y construir templos a las virtudes”, preguntemos
ahora, ¿Quiénes son los profanos de los que los masones debemos cubrirnos?. La
profanidad de la cual los masones debemos cubrirnos, es justamente entonces, la
generada por las pasiones y vicios, que jamás deberían poder entrar a nuestras
logias. Dejando pasiones y vicios del lado profano, el espacio así creado en el
interior del ser, debe ser llenado con las virtudes, que al contrario de las
pasiones y vicios, no son naturales al hombre, por lo que se hace necesario un
“trabajo”, que la masonería considera análogo a la construcción, por lo que el
habitáculo natural de la virtud, no puede ser uno diferente a un templo. Así el
masón, está obligado a construir templos, para que sean los habitáculos de las
virtudes que este necesita albergar dentro de sí, en el espacio dejado por los
vicios y las pasiones, que debieron ser abandonadas del lado profano del
templo. Cobra así, gran trascendencia, el oficio constructivo, para los masones
especulativos.
Ahora bien, conocido ya el nombre del enemigo a combatir,
pasemos a ver como se hace tal cosa y como se garantiza la cobertura del templo
masónico, que vale la pena acotar, es análogo al interior del ser.
Convenimos
en definir tierra santa como el espacio donde queda garantizado de alguna
forma, la ausencia de vicios y pasiones, lo cual se logra mediante la limpieza
y claustro del recinto, que lo deja preparado así, para el ejercicio
ritual de una ceremonia, que facilita el objeto para el cual se reúnen en su
interior los hombres; en el caso de la masonería, el objeto corresponde a la
construcción de templos a las virtudes. Revisemos por un instante, aquello que
viene a ser el templo por excelencia de cada hombre, que no es más que su
cuerpo físico, por ser el habitáculo de su alma. ¿Cuáles son las puertas del
templo que representa el cuerpo humano? A todas luces la respuesta es clara.
Son dos; la cabeza, que procesa la entrada al cuerpo de todo aquello que
contacta al hombre con el mundo y su pelvis que viene a representar una salida
del templo hacia el mundo de la manifestación, haciendo la salvedad de que la
boca y la nariz vienen a ser puertas de dos direcciones, una dirección que
ingresa fragmentos del mundo denso manifestado al cuerpo, que en el caso de la
boca, está representado por la ingestión de lo que la tierra produce y en el
caso de la nariz, que ingresa al cuerpo fragmentos del mundo manifestado más
sutiles, mediante el aire que el hombre respira y las partículas que en él se
suspenden; la otra dirección, que para el caso de la boca está representada en
la palabra, que deviene de la idea que nace en el interior del hombre y se
manifiesta a través de ella y el caso de la nariz que entrega al mundo
manifestado la exhalación del hombre y con ello su aliento vital. En la pelvis,
por otra parte, encontramos la otra puerta, representada en el ano y sus
excresencias o desechos, que entrega el hombre a la manifestación después de
haber procesado la materia densa que entro por la boca en su momento y el pene,
en el caso masculino que entrega al mundo la semilla humana, en el semen
producido en el interior del cuerpo, para crear vida, en combinación con su
contraparte femenina, cuya vagina que, en este caso, es realmente una entrada
en lugar de salida.
Así pues, en el templo que es el cuerpo humano, todo
sucede entre la cabeza y la pelvis. Siguiendo la analogía, en el templo
masónico, hay dos puertas, representadas por los solsticios y que se ubican la
una a la entrada del oriente, en el abismo y la otra al occidente, entre
columnas. La zona llamada el parvis o el espacio entre las columnas y la puerta
física del templo, donde se ubica el G.´.T.´. tiene particular importancia,
pues siendo la puerta por donde entra la densidad del mundo manifestado; es la
zona, donde el G:.T:. sutiliza lo denso y le persuade de estar ordenado
inicialmente, para que pueda ingresar y llegar a las columnas en la condición
adecuada, que permite seguir introduciéndose al ambiente cubierto real y
efectivamente, de tal manera que todo sucede en el templo entre solsticio y
solsticio, en la cuadricula; con dos importantes guardianes, uno al oriente
llamado V.´.M.´. y uno a occidente llamado G.´.T.´. No olvidemos que al
oriente, en el templo masónico correctamente construido, debería haber una
cúpula y en su parte alta un óculo o agujero, por donde ingresa lo sutil del
mundo manifestado, mientras que por la puerta opuesta, la que vigila el G.´.T.´.
ingresa al templo la manifestación densa del mundo.
Ahora bien, ya hemos definido a groso modo y de manera
muy superficial una analogía básica entre el cuerpo humano y el templo. Hemos
visto que ambos tienen dos puertas que abren y cierran según la forma en que el
corpus captura el mundo manifestado. Entendemos también, que el templo tiene
dos claros guardianes de estas puertas; V.´.M.´. y G.´.T.´.; el primero tiene
la función básica de densificar lo sutil, que ingresa por el óculo y el segundo
que sutiliza y ordena, aquello que llega a la puerta del templo de forma
densa y en aparente caos. Es así como se garantiza que a la cuadricula, donde
ya dijimos que se hace el trabajo de la construcción de templos a las virtudes,
solo llega lo que ha sido normalizado por estos dos guardianes de las puertas.
Garantizándose así que lo que allí se encuentra tiene una densidad única para
que pueda ser trabajado de forma uniforme, vale decir, sin pasiones ni vicios.
Esta aportación de material normalizado a los obreros del taller, es
básicamente lo que los masones llamamos piedra bruta o piedra de tallar, toda
igual y uniforme aunque con volúmenes caprichosos, que por efecto del trabajo
de los obreros, va a convertirse en piedra útil a la obra, nuevamente toda
igual y uniforme, pero en el volumen pertinente y necesario, con ubicación
específica, para construir el alojamiento o templo de la virtud, que es el
objeto último de la obra.
El material normalizado con el que el masón trabaja en la
logia, dado que no está constituido de vicios ni de pasiones, es un material
especialmente susceptible de ser transformado con facilidad, tal como lo era la
piedra franca, pero por ese mismo hecho, es susceptible de verse afectado por
pasiones y vicios que puedan filtrarse a la logia; de allí la importancia de la
cobertura del templo. Cubrir el templo de pasiones y vicios, pasa
necesariamente por que cada H.´. que ingresa, esté a su vez, cubierto de tales
circunstancias en su templo interior; lo cual sucede en los momentos previos al
ingreso, donde los asuntos profanos deben quedar fuera y al momento de ser
retejado y por ende reconocido, como masón capacitado para ingresar a tierra
santa. No olvidemos que el masón, es un hombre “justo y de buenas costumbres”,
lo cual lo capacita para, siendo “justo”, estar en equilibrio y por tanto libre
de pasiones y siendo de “buenas costumbres”, queda teóricamente libre de
vicios, por lo que al ser reconocido como masón, por otro masón, se está
reconociendo, siempre teóricamente, que se está libre de pasiones y vicios y
por tanto autorizado para trabajar en tierra santa.
Habrá que recordar que los vicios y las pasiones son
naturales al hombre, por lo que la cobertura debe ser vigilada permanentemente,
así que, el trabajo no es tan simple como cerrar las puertas, sin embargo, este
acto simbólico, tiene un efecto muy importante en el interior del ser, pues
recordemos que hablar de masonería, es hablar de oficio y el oficio solo se da,
en el hecho de actuar y hacer, de donde, se hace necesaria la emulación de ese
cierre y cobertura, con el gesto que cierra la puerta.
Queda así el templo cubierto y a resguardo de los
profanos, faltando entonces determinar, como trabajar en las virtudes, para que
llenen el espacio dejado libre por vicios y pasiones.
M.’.M.’.
EVERARDO CERECERO MARTINEZ
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