EN TORNO AL SILENCIO DEL APRENDIZ
Por Amando Hurtado
Es sólo un convencionalismo retórico decir que el Aprendiz masón “guarda silencio” para expresar que no habla en logia. El silencio solo se daría en ausencia de movimientos moleculares, lo que se simbolizaba en la mecánica clásica como el “cero absoluto”. Pero nos señala la mecánica cuántica que ese punto cero contiene tambien una energía residual...Tal vez habría que identificar el Silencio absoluto con la Nada. Se trata, pues, de una idea metafísica que no parece amparada por la ciencia física de nuestro tiempo...¿Qué sería la Nada?
El H. Aprendiz ve, escucha y calla; pero ver, escuchar y callar implican una voluntad activa. La suya es una actitud expresiva y, como tal, un movimiento de ánimo. El Aprendiz masón no es un “convidado de piedra”, sino un atanor activado por cuanto ve y escucha atentamente, en permanente digestión alquímica. La Iniciación masónica no es un avance cultural basado en la capacidad intelectual de asimilación del iniciando, aunque sí sea indispensable que éste reúna determinadas cualidades y capacidades previas. Su iniciación no estriba sólo en una absorción progresiva de datos o nociones impartidas de grado en grado por los maestros masones y retenidas temporalmente en secreto...
Iniciarse es adentrarse por un camino experiencial a lo largo del cual el iniciando ha de poder “encontrar” y “encontrarse”, abriendo por sí mismo, gradualmente, sucesivas puertas. Su auténtica libertad queda protegida por la abstención de sus Hermanos de mayor grado, no transfiriéndole conclusiones apriorizadas o excluyentes. De ahí que sea fundamental la adecuación de las exposiciones realizadas por Compañeros y Maestros en las tenidas de Primer Grado, que deben centrarse en la temática simbólica de ese grado, estimulando al Aprendiz a la reflexión personal; es decir, al análisis y selección de las resonancias que produzcan en él los mensajes convencionalmente atribuídos a los símbolos, no confundiéndolos con alegorías. Es así como comenzará a tallar su propia piedra bruta. La experiencia personal es intransferible: los ritmos y cadencias en cada uno de nosotros son secuencias con matices propios y ninguna descripción es apta para transmitir adecuadamente lo que ocurre en ese proceso íntimo, que es secreto por definición.
Si los símbolos son sintetizaciones culturales, cuanto más veterana y decantada sea una cultura, tanto más sofisticado podrá ser su panteón simbológico y múltiples las opciones que éste ofrezca a la reflexión personal. La Masonería institucional erige el concepto ético de la Fraternidad como su símbolo emblemático, situándolo en el primer plano de la reflexión iniciática que propone a sus adeptos.
Por Amando Hurtado
Es sólo un convencionalismo retórico decir que el Aprendiz masón “guarda silencio” para expresar que no habla en logia. El silencio solo se daría en ausencia de movimientos moleculares, lo que se simbolizaba en la mecánica clásica como el “cero absoluto”. Pero nos señala la mecánica cuántica que ese punto cero contiene tambien una energía residual...Tal vez habría que identificar el Silencio absoluto con la Nada. Se trata, pues, de una idea metafísica que no parece amparada por la ciencia física de nuestro tiempo...¿Qué sería la Nada?
El H. Aprendiz ve, escucha y calla; pero ver, escuchar y callar implican una voluntad activa. La suya es una actitud expresiva y, como tal, un movimiento de ánimo. El Aprendiz masón no es un “convidado de piedra”, sino un atanor activado por cuanto ve y escucha atentamente, en permanente digestión alquímica. La Iniciación masónica no es un avance cultural basado en la capacidad intelectual de asimilación del iniciando, aunque sí sea indispensable que éste reúna determinadas cualidades y capacidades previas. Su iniciación no estriba sólo en una absorción progresiva de datos o nociones impartidas de grado en grado por los maestros masones y retenidas temporalmente en secreto...
Iniciarse es adentrarse por un camino experiencial a lo largo del cual el iniciando ha de poder “encontrar” y “encontrarse”, abriendo por sí mismo, gradualmente, sucesivas puertas. Su auténtica libertad queda protegida por la abstención de sus Hermanos de mayor grado, no transfiriéndole conclusiones apriorizadas o excluyentes. De ahí que sea fundamental la adecuación de las exposiciones realizadas por Compañeros y Maestros en las tenidas de Primer Grado, que deben centrarse en la temática simbólica de ese grado, estimulando al Aprendiz a la reflexión personal; es decir, al análisis y selección de las resonancias que produzcan en él los mensajes convencionalmente atribuídos a los símbolos, no confundiéndolos con alegorías. Es así como comenzará a tallar su propia piedra bruta. La experiencia personal es intransferible: los ritmos y cadencias en cada uno de nosotros son secuencias con matices propios y ninguna descripción es apta para transmitir adecuadamente lo que ocurre en ese proceso íntimo, que es secreto por definición.
Si los símbolos son sintetizaciones culturales, cuanto más veterana y decantada sea una cultura, tanto más sofisticado podrá ser su panteón simbológico y múltiples las opciones que éste ofrezca a la reflexión personal. La Masonería institucional erige el concepto ético de la Fraternidad como su símbolo emblemático, situándolo en el primer plano de la reflexión iniciática que propone a sus adeptos.
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