Se desconoce el origen del Perfume, que es toda sustancia aromática; su aroma no siempre agrada a todos; Según las costumbres y la sensibilidad de la gente, el perfume puede ser acre, dulce, seco, fuerte o suave.
Los mejores perfumes se extraen de las glándulas del animal, que emiten olores tan acre y tan fuerte que en su concentración se vuelven repelentes, pero que destilados y manipulados por el “arte del perfumista”, se convierten en un olor atractivo.
Dentro del Gran Templo de Salomón se encontraba el Altar de los Perfumes, que no debía confundirse con el Altar de la quema de incienso.
Las abluciones para entrar en un templo, en la antigüedad, consistían en lavarse las manos y los pies en agua perfumada; el Mar de Bronce del Templo de Salomón mismo contenía agua perfumada.
En el Ritual Masónico, cuando el Neófito sumerge sus manos en el “Mar de Bronce”, hay agua perfumada.
Hoy en día, las mujeres tienden a perfumarse; en el pasado, este hábito era exclusivo de los hombres.
Un ambiente fragante conduce a la meditación, ya sea que el perfume emane de un fumador o sea de una esencia apropiada.
El perfume da la sensación de frescor, limpieza y deleite.
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