El Himno Nacional Mexicano, con letra de Francisco González Bocanegra y música de Jaime Nunó, originalmente estaba compuesto de diez estrofas. Sin embargo, cuando Juan Nepomuceno Álvarez asumió, en octubre de 1855, la presidencia de México, prohibió las estrofas IV y VII, que hacían referencia —respectivamente— al recién derrocado Antonio López de Santa Anna y al primer emperador de México, Agustín de Iturbide.
Las fuertes pugnas ideológicas que caracterizaron al México de finales del siglo XIX impidieron la adopción de un solo himno que identificara a todos los mexicanos. Uno tras otro, los presidentes hicieron caso omiso de la composición de Nunó y Bocanegra, y cada quien utilizó como himno patrio distintos cánticos que alababan sus respectivas proezas políticas y virtudes humanas. Incluso, en 1860 el propio González Bocanegra escribió la letra de otro himno, en el que ensalzaba la figura del general conservador Miguel Miramón, entonces presidente interino de México (aunque el bando liberal solo reconocía a Benito Juárez como presidente legítimo). Por su parte, Benito Juárez, tras la victoria del 5 de mayo de 1862 contra las fuerzas del Segundo Imperio francés, adoptó la Marcha Zaragoza (compuesta por el músico hidalguense Aniceto Ortega del Villar en honor, evidentemente, de Ignacio Zaragoza) como Himno Nacional durante su gobierno.
Fue hasta el mandato de Porfirio Díaz que el himno escrito por Jaime Nunó y Francisco González Bocanegra volvió a ser tomado en cuenta para ser interpretado en las ceremonias oficiales, aunque los vaivenes sufridos a lo largo del tiempo habían ido modificando el texto original, amén de que se seguían usando indistintamente diversos arreglos musicales y se quitaban o ponían estrofas según el humor político del momento. Por ejemplo, en 1910, para los festejos del centenario de la Independencia, en vez del tradicional “Mexicanos al grito de guerra”, el estribillo final decía:
Pero nunca ese grito de guerra,
Entre hermanos repita el cañón,
Solo cante, ya libre, la Tierra,
Su himno santo de paz y de unión.
Finalmente, en 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho decidió poner fin a tanto desorden y emitió un decreto en el que regulaba el canto y la ejecución del Himno Nacional, prohibiendo alterar, corregir o modificar tanto la letra como la música. Estableció una versión oficial de cuatro estrofas (las estrofas I, V, VI y X más el estribillo) y declaró obligatoria su difusión en todas las escuelas del país, públicas y privadas, sin importar el nivel académico que se imparta.
Ofrecemos, pues, al lector la letra completa del Himno Nacional Mexicano que cuenta con diez estrofas. Se resaltan en negritas las estrofas oficiales, para poder acceder sin dificultad a la versión que se interpreta hoy en día:
Estribillo
Mexicanos, al grito de guerra
El acero aprestad y el bridón;
Y retiemble en sus centros la tierra
Al sonoro rugir del cañón.
I
Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva
De la paz el arcángel divino,
Que en el cielo tu eterno destino
Por el dedo de Dios se escribió.
Mas si osare un extraño enemigo
Profanar con su planta tu suelo,
Piensa ¡Oh Patria querida! que el cielo
Un soldado en cada hijo te dio.
II
En sangrientos combates los viste
Por tu amor palpitando sus senos,
Arrostrar la metralla serenos
Y la muerte o la gloria buscar.
Si el recuerdo de antiguas hazañas
De tus hijos inflama la mente,
Los laureles del triunfo tu frente
Volverán inmortales a ornar.
III
Como al golpe del rayo la encina
Se derrumba hasta el hondo torrente,
La discordia vencida, impotente,
A los pies del arcángel cayó.
Ya no más de tus hijos la sangre
Se derrame en contienda de hermanos;
Solo encuentre el acero en tus manos
Quien tu nombre sagrado insultó.
IV
Del guerrero inmortal de Zempoala
Te defiende la espada terrible,
Y sostiene su brazo invencible
Tu sagrado pendón tricolor.
Él será del feliz mexicano
En la paz y en la guerra el caudillo,
Porque él supo sus armas de brillo
Circundar en los campos de honor.
V
¡Guerra, guerra sin tregua al que intente
De la patria manchar los blasones!,
¡Guerra, guerra! los patrios pendones
En las olas de sangre empapad.
¡Guerra, guerra! en el monte, en el valle,
Los cañones horrísonos truenen
Y los ecos sonoros resuenen
Con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!
VI
Antes, Patria, que inermes tus hijos
Bajo el yugo su cuello dobleguen,
Tus campiñas con sangre se rieguen,
Sobre sangre se estampe su pie.
Y tus templos, palacios y torres
Se derrumben con hórrido estruendo,
Y sus ruinas existan diciendo:
De mil héroes la patria aquí fue.
VII
Si a la lid contra hueste enemiga
Nos convoca la trompa guerrera,
De Iturbide la sacra bandera
¡Mexicanos! valientes seguid.
Y a los fieros bridones les sirvan
Las vencidas enseñas de alfombra;
Los laureles del triunfo den sombra
A la frente del bravo adalid.
VIII
Vuelva altivo a los patrios hogares
El guerrero a contar su victoria,
Ostentando las palmas de gloria
Que supiera en la lid conquistar.
Tornaránse sus lauros sangrientos
En guirnaldas de mirtos y rosas,
Que el amor de las hijas y esposas
También sabe a los bravos premiar.
IX
Y el que al golpe de ardiente metralla
De la Patria en las aras sucumba,
Obtendrá en recompensa una tumba
Donde brille de gloria la luz.
Y de Iguala la enseña querida
A su espada sangrienta enlazada,
De laurel inmortal coronada
Formará de su fosa la cruz.
X
¡Patria! ¡Patria! tus hijos te juran
Exhalar en tus aras su aliento,
Si el clarín con su bélico acento
Los convoca a lidiar con valor.
¡Para ti las guirnaldas de oliva!
¡Un recuerdo para ellos de gloria!
¡Un laurel para ti de victoria!
¡Un sepulcro para ellos de honor
Las fuertes pugnas ideológicas que caracterizaron al México de finales del siglo XIX impidieron la adopción de un solo himno que identificara a todos los mexicanos. Uno tras otro, los presidentes hicieron caso omiso de la composición de Nunó y Bocanegra, y cada quien utilizó como himno patrio distintos cánticos que alababan sus respectivas proezas políticas y virtudes humanas. Incluso, en 1860 el propio González Bocanegra escribió la letra de otro himno, en el que ensalzaba la figura del general conservador Miguel Miramón, entonces presidente interino de México (aunque el bando liberal solo reconocía a Benito Juárez como presidente legítimo). Por su parte, Benito Juárez, tras la victoria del 5 de mayo de 1862 contra las fuerzas del Segundo Imperio francés, adoptó la Marcha Zaragoza (compuesta por el músico hidalguense Aniceto Ortega del Villar en honor, evidentemente, de Ignacio Zaragoza) como Himno Nacional durante su gobierno.
Fue hasta el mandato de Porfirio Díaz que el himno escrito por Jaime Nunó y Francisco González Bocanegra volvió a ser tomado en cuenta para ser interpretado en las ceremonias oficiales, aunque los vaivenes sufridos a lo largo del tiempo habían ido modificando el texto original, amén de que se seguían usando indistintamente diversos arreglos musicales y se quitaban o ponían estrofas según el humor político del momento. Por ejemplo, en 1910, para los festejos del centenario de la Independencia, en vez del tradicional “Mexicanos al grito de guerra”, el estribillo final decía:
Pero nunca ese grito de guerra,
Entre hermanos repita el cañón,
Solo cante, ya libre, la Tierra,
Su himno santo de paz y de unión.
Finalmente, en 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho decidió poner fin a tanto desorden y emitió un decreto en el que regulaba el canto y la ejecución del Himno Nacional, prohibiendo alterar, corregir o modificar tanto la letra como la música. Estableció una versión oficial de cuatro estrofas (las estrofas I, V, VI y X más el estribillo) y declaró obligatoria su difusión en todas las escuelas del país, públicas y privadas, sin importar el nivel académico que se imparta.
Ofrecemos, pues, al lector la letra completa del Himno Nacional Mexicano que cuenta con diez estrofas. Se resaltan en negritas las estrofas oficiales, para poder acceder sin dificultad a la versión que se interpreta hoy en día:
Estribillo
Mexicanos, al grito de guerra
El acero aprestad y el bridón;
Y retiemble en sus centros la tierra
Al sonoro rugir del cañón.
I
Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva
De la paz el arcángel divino,
Que en el cielo tu eterno destino
Por el dedo de Dios se escribió.
Mas si osare un extraño enemigo
Profanar con su planta tu suelo,
Piensa ¡Oh Patria querida! que el cielo
Un soldado en cada hijo te dio.
II
En sangrientos combates los viste
Por tu amor palpitando sus senos,
Arrostrar la metralla serenos
Y la muerte o la gloria buscar.
Si el recuerdo de antiguas hazañas
De tus hijos inflama la mente,
Los laureles del triunfo tu frente
Volverán inmortales a ornar.
III
Como al golpe del rayo la encina
Se derrumba hasta el hondo torrente,
La discordia vencida, impotente,
A los pies del arcángel cayó.
Ya no más de tus hijos la sangre
Se derrame en contienda de hermanos;
Solo encuentre el acero en tus manos
Quien tu nombre sagrado insultó.
IV
Del guerrero inmortal de Zempoala
Te defiende la espada terrible,
Y sostiene su brazo invencible
Tu sagrado pendón tricolor.
Él será del feliz mexicano
En la paz y en la guerra el caudillo,
Porque él supo sus armas de brillo
Circundar en los campos de honor.
V
¡Guerra, guerra sin tregua al que intente
De la patria manchar los blasones!,
¡Guerra, guerra! los patrios pendones
En las olas de sangre empapad.
¡Guerra, guerra! en el monte, en el valle,
Los cañones horrísonos truenen
Y los ecos sonoros resuenen
Con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!
VI
Antes, Patria, que inermes tus hijos
Bajo el yugo su cuello dobleguen,
Tus campiñas con sangre se rieguen,
Sobre sangre se estampe su pie.
Y tus templos, palacios y torres
Se derrumben con hórrido estruendo,
Y sus ruinas existan diciendo:
De mil héroes la patria aquí fue.
VII
Si a la lid contra hueste enemiga
Nos convoca la trompa guerrera,
De Iturbide la sacra bandera
¡Mexicanos! valientes seguid.
Y a los fieros bridones les sirvan
Las vencidas enseñas de alfombra;
Los laureles del triunfo den sombra
A la frente del bravo adalid.
VIII
Vuelva altivo a los patrios hogares
El guerrero a contar su victoria,
Ostentando las palmas de gloria
Que supiera en la lid conquistar.
Tornaránse sus lauros sangrientos
En guirnaldas de mirtos y rosas,
Que el amor de las hijas y esposas
También sabe a los bravos premiar.
IX
Y el que al golpe de ardiente metralla
De la Patria en las aras sucumba,
Obtendrá en recompensa una tumba
Donde brille de gloria la luz.
Y de Iguala la enseña querida
A su espada sangrienta enlazada,
De laurel inmortal coronada
Formará de su fosa la cruz.
X
¡Patria! ¡Patria! tus hijos te juran
Exhalar en tus aras su aliento,
Si el clarín con su bélico acento
Los convoca a lidiar con valor.
¡Para ti las guirnaldas de oliva!
¡Un recuerdo para ellos de gloria!
¡Un laurel para ti de victoria!
¡Un sepulcro para ellos de honor
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