El verdadero juramento, nos decía Oswald Wirth, es el que compromete al iniciando sincero consigo mismo en la búsqueda del propio perfeccionamiento. Un sentimiento previo que debería preceder y conducir a la promesa formal ritualizada.
Los masones simbólicos nos vinculamos con el que otrora fuera el oficio de los constructores edilicios declarándonos “masones libres y aceptados”. Por ello, abordamos un proceso iniciático de autoconstrucción personal aprendiendo como “Aprendices”, reafirmamos esa vocación como “Compañeros” y la reiteramos como “Maestros”.
Nuestra primera promesa (o "juramento", según la tradición) la hicimos “sin saber leer ni escribir”- alguien podría hoy añadir que “por imperativo ritual”- expresando así la sinceridad de nuestro propósito de aprender en fraternidad, partiendo de un bagaje cultural correspondiente a la sociedad de nuestro tiempo.
El compromiso del Aprendiz expresa vocación consciente y propósito sincero. No “creencia” dogmática en lo que aún desconoce y aún menos "poner a Dios por testigo" de algo que no atañe a ninguna teología.
En un mundo en el que la búsqueda de las verdades universales se ha laicizado y vinculado estrechamente, en primer lugar con las neurociencias - en coherencia con el clásico “conócete a tí mismo”- y consecuentemente con cuanto todas las ciencias van validando, descubrimos que los valores que propugnamos como masones son esencialmente éticos y que el compromiso al que nos adherimos como Aprendices masones es compatible con cuantas creencias estimulen nuestro avance hacia un perfeccionamiento personal que contribuya al mejoramiento de la sociedad humana, huyendo de relatos ideológicos que pretendan justificar la desigualdad. En eso consiste esencialmente la iniciación masónica, a mi entender y el de buena parte de cuantos integramos el espléndido mosaico que es nuestra Orden.
Recordemos, pues, que juramento y promesa subrayan un mismo propósito enunciado muy nítidamente en la instrucción del primer grado de nuestro Rito.
Los masones simbólicos nos vinculamos con el que otrora fuera el oficio de los constructores edilicios declarándonos “masones libres y aceptados”. Por ello, abordamos un proceso iniciático de autoconstrucción personal aprendiendo como “Aprendices”, reafirmamos esa vocación como “Compañeros” y la reiteramos como “Maestros”.
Nuestra primera promesa (o "juramento", según la tradición) la hicimos “sin saber leer ni escribir”- alguien podría hoy añadir que “por imperativo ritual”- expresando así la sinceridad de nuestro propósito de aprender en fraternidad, partiendo de un bagaje cultural correspondiente a la sociedad de nuestro tiempo.
El compromiso del Aprendiz expresa vocación consciente y propósito sincero. No “creencia” dogmática en lo que aún desconoce y aún menos "poner a Dios por testigo" de algo que no atañe a ninguna teología.
En un mundo en el que la búsqueda de las verdades universales se ha laicizado y vinculado estrechamente, en primer lugar con las neurociencias - en coherencia con el clásico “conócete a tí mismo”- y consecuentemente con cuanto todas las ciencias van validando, descubrimos que los valores que propugnamos como masones son esencialmente éticos y que el compromiso al que nos adherimos como Aprendices masones es compatible con cuantas creencias estimulen nuestro avance hacia un perfeccionamiento personal que contribuya al mejoramiento de la sociedad humana, huyendo de relatos ideológicos que pretendan justificar la desigualdad. En eso consiste esencialmente la iniciación masónica, a mi entender y el de buena parte de cuantos integramos el espléndido mosaico que es nuestra Orden.
Recordemos, pues, que juramento y promesa subrayan un mismo propósito enunciado muy nítidamente en la instrucción del primer grado de nuestro Rito.
No deberían omitir al autor; pude enterarme quién buriló esta interesante plancha porque ví otra copia en https://www.myfraternity.org/post/juramento-masonico donde SÍ lo mencionan.
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