Templanza
Del latín temperantia, la templanza está relacionada con la sobriedad o moderación de carácter.
Una persona con templanza reacciona de manera equilibrada ya que goza de un considerable control sobre sus emociones y es capaz de dominar sus impulsos.
El cristianismo considera la templanza como una de las cuatro virtudes cardinales. Se trata de una virtud moral que consiste en la moderación de los apetitos y de la atracción que ejercen los placeres a partir de la razón.
De acuerdo a esta definición, la templanza refleja el dominio de la voluntad humana y permite poner límites a los deseos. La templanza permite que la persona sea equilibrada y sopese su tendencia natural hacia los placeres de los sentidos y el recogimiento espiritual.
Explica que las energías destinadas a satisfacer los deseos de los sentidos pueden volverse destructivas, y que es gracias a la virtud de la templanza que la personas pueden reconocer cuáles son sus necesidades reales (aquellas que colaboran con su desarrollo y con su bienestar) y cuáles son las necesidades creadas a partir de los deseos inagotables que surgen por el ego y que, por lo tanto, perjudican al individuo.
La templanza tiene suma importancia, pues es la que mantiene al hombre en equilibrio, en su lucha contra las pasiones y deseos.
Es a través de la templanza que el hombre se centra y no se deja arrastrar hacia el abismo de las pasiones, mediante la templanza el hombre adquiere un tono correcto en su accionar diario y mantiene la vibración concordante con la del universo, armonizando así con este. Esta definición armoniza con un lema masónico: “En la masonería se eleva templos a las virtudes y se cavan fosas a los vicios”.
Del latín temperantia, la templanza está relacionada con la sobriedad o moderación de carácter.
Una persona con templanza reacciona de manera equilibrada ya que goza de un considerable control sobre sus emociones y es capaz de dominar sus impulsos.
El cristianismo considera la templanza como una de las cuatro virtudes cardinales. Se trata de una virtud moral que consiste en la moderación de los apetitos y de la atracción que ejercen los placeres a partir de la razón.
De acuerdo a esta definición, la templanza refleja el dominio de la voluntad humana y permite poner límites a los deseos. La templanza permite que la persona sea equilibrada y sopese su tendencia natural hacia los placeres de los sentidos y el recogimiento espiritual.
Explica que las energías destinadas a satisfacer los deseos de los sentidos pueden volverse destructivas, y que es gracias a la virtud de la templanza que la personas pueden reconocer cuáles son sus necesidades reales (aquellas que colaboran con su desarrollo y con su bienestar) y cuáles son las necesidades creadas a partir de los deseos inagotables que surgen por el ego y que, por lo tanto, perjudican al individuo.
La templanza tiene suma importancia, pues es la que mantiene al hombre en equilibrio, en su lucha contra las pasiones y deseos.
Es a través de la templanza que el hombre se centra y no se deja arrastrar hacia el abismo de las pasiones, mediante la templanza el hombre adquiere un tono correcto en su accionar diario y mantiene la vibración concordante con la del universo, armonizando así con este. Esta definición armoniza con un lema masónico: “En la masonería se eleva templos a las virtudes y se cavan fosas a los vicios”.
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