La paciencia es una de las virtudes que cultiva la masonería, porque es la hermana gemela de la tolerancia.
La paciencia significa el equilibrio y el control del dualismo.
El freno del instinto, fruto de la meditación, camino de la sabiduría.
El masón, para cortar la piedra en bruto, afilarla y pulirla, debe ser paciente.
La Orden Religiosa Benedictina cultiva la paciencia como virtud principal, sabiendo que es un “punto de partida” para encontrar las demás virtudes.
La paciencia conduce a la perseverancia y este logro del objetivo planificado.
El Masón recién admitido a la Logia, para poder progresar, lograr un aumento salarial, buscar Compañerismo y posteriormente la Maestría, debe guiar su conducta dentro de la Logia con ejemplar paciencia.
Todo lo que está destinado al hombre se logra; la precipitación, la irritación, la prisa, son medios perturbadores.
Para vivir una vida exitosa al acercarse a los 100 años, es necesaria la calma, la serenidad y la paciencia; se llega allí si la vida se lleva a cabo de forma sana, libre de adicciones y disturbios.
La paciencia es el camino más corto para lograr la paz.
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